viernes, 26 de mayo de 2017

Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica


Con motivo del 80 aniversario de la creación de Guernica (1937), de Pablo Ruiz Picasso, y de la llegada a sus salas hace 25 años, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El camino a Guernica, una exposición, que a través de un conjunto de obras difíciles de volver a reunir, narra las circunstancias personales e históricas  y la radical transformación artística que experimentó  Picasso a partir de finales de los años 20 para llevarle a componer el mural tal y como finalmente lo hizo.

Destacan obras como Las tres bailarinas (1925), de la Tate de Londres, o la escultura Mujer en el jardín (1930), del Museo Picasso de París. Venidas desde Nueva York, pueden contemplarse Mujer peinándose (1940), del MoMA, Desnudo de pie junto al mar (1929), del MET; o Mandolina y guitarra (1924), del Museo Salomon R. Guggenheim, y Monumento: cabeza de mujer (1929) de una colección particular.

A través  de estas y otras muchas piezas claves de la época comprendida entre finales de los 20 y mediados de los 40, se muestra la metamorfosis que experimentó el arte de Picasso desde el inicial optimismo del cubismo hasta la búsqueda de una nueva imagen del mundo –entre la belleza y la monstruosidad-  en un momento de gran convulsión como fueron los años 30, marcados por acontecimientos como la irrupción de movimientos como el fascismo  o la Guerra Civil española y con la  Segunda Guerra Mundial en ciernes.


Picasso, un hombre maduro y ya una figura consagrada internacionalmente sufre diversas crisis artísticas al mismo tiempo que ve surgir nuevas corrientes en las que no participa, como el surrealismo de Dalí, Buñuel o Miró (queda claro que Picasso no participó en el movimiento surrealista), donde se muestra el mundo del inconsciente, de los espacios imposibles y cuerpos violentados y en el que abundan paisajes abiertos, contrapuestos a los espacios cerrados de los bodegones cubistas. Hasta entonces, el mundo de su arte había sido fundamentalmente íntimo y personal, estaba limitado por las paredes y las ventanas de un cuarto.

Sin embargo, dieciocho meses antes de pintar Guernica, Picasso entra en una fase de dudas e, incluso de cierto bloqueo artístico. En este período apenas hace grandes pinturas, lo que contrasta con la vitalidad de otros momentos. Da la impresión de que el artista busca realizar una obra en la que confluyan los diversos caminos que había iniciado a mediados de los años veinte, cuando intenta expresar a través de su pintura la violencia de la sociedad moderna, que parece ajena a los lenguajes plásticos que él había manejado hasta entonces.

La exposición, distribuida en diez salas, el Guernica es el epicentro alrededor del cual orbitan otras piezas anteriores y posteriores de Picasso que nos dan las claves precisas para analizar las transiciones vitales del artista y para alcanzar la conclusión  de que no habría existido esta obra sin los singulares experimentos anteriores.

Los años 20 y 30

Belleza y terror
Caras y fantasmas
Monstruos y monumentos
¿Qué sucede con la tragedia?


Tras el bombardeo

Mater dolorosa
Las cosas se desmoronan

Producción en los años 40

Memento mori
Máquinas de sufrimiento
Medianoche en el siglo

Piedad y terror

La muestra trata también de esbozar los motivos por los que el Guernica se ha erigido en una de las piezas más icónicas de la historia del arte. Un lienzo que, desde 1937 y para varias generaciones de todo el mundo, se ha convertido “en la escena trágica de nuestra cultura”, según T.J. Clark, uno de sus dos comisarios.

Conscientes de su proyección internacional y de su papel histórico, cuando el Gobierno republicano le encarga la obra para la Exposición Internacional de París como denuncia de la guerra civil española, Picasso aborda el asunto del conflicto bélico de forma muy diferente a como se había venido haciendo hasta el siglo XX –con monumentos de y para militares- El artista introduce el dolor y el sufrimiento de los civiles, convirtiendo al Guernica en tal vez el primer antimonumento de la Historia, y probablemente es esto lo que le ha convertido en el gran icono del siglo XX.

La ausencia de alusiones concretas, el protagonismo de las víctimas anónimas, la contundencia expresiva de sus formas y la fuerza que da la incertidumbre espacial del cuadro, lo han convertido en el mayor alegato moral contra el terror de las guerras modernas que no solo destruyen la vida, sino también la identidad del ser humano. Además en la obra, como sugiere T.J. Clark, lo que hace el artista es afrontar el momento de la existencia en que un individuo o un grupo reconocen, demasiado tarde ya, la muerte y la vulnerabilidad. Y el subsiguiente derrumbamiento que experimenta hacia una mortalidad desguarnecida no sólo despierta horror en quienes lo contemplan, sino piedad y terror, en una mezcla que asusta pero fortalece. A pesar del dolor inapelable, la imagen es un revulsivo. Guernica es, fundamentalmente, la defensa universal del humanismo.


Tras varios años de trabajo de investigación, el Museo ha realizado una meticulosa selección de 180 obras que resultan fundamentales para articular y entender el discurso de la exposición y que proceden tanto de los  fondos del Reina Sofía como de unas treinta instituciones y colecciones privadas de todo el mundo: el Musée Picasso y el Centre Georges Ponpidou, de París; La Tate Modern, de Londres; el MoMA  y el Metropolitan Museum, de Nueva York, entre las primeras; o Nahmad y Menil, entre las segundas, que han efectuado para la ocasión préstamos excepcionales.

Picasso tardo años en escapar del hechizo de Guernica. Las “Mujeres llorando” fueron la secuela del mural, y los retratos que se pueden contemplar de Dora Maar en Máquinas de sufrimiento eran en esencia variaciones del mismo tema. La dimensión sádica de los retratos de Picasso parece innegable, y en ocasiones el artista llegó a reconocerlo. Los cuartos en los que está atrapada podrían ser búnkeres o cámaras de tortura, pero incluso en esos lugares se reafirma, lejos de estar angustiada invariablemente.

Quizá el mejor, y sin duda el más serio, de los “retratos” de Dora Maar sea el realizado en la primavera y el principio del verano de 1940: Mujer peinándose, del MoMA, que puede contemplarse en la sala Medianoche en el siglo y en el que Picasso se remonta a una autentica angustia trágica mientras las tropas de Hitler se acercan a París. Picasso lo pintó en Royan, una pequeña localidad costera a la que había huido en septiembre de 1939. La fecha de finalización del cuadro, que el artista escribió en el bastidor, es el 19 de junio de 1940. Las tropas nazis habían entrado en París el 14.


Los comisarios de la exposición son los historiadores del Arte:  T.J. Clark y Anne M. Wagner. Dirección del proyecto, Manuel Borja- Villel y Rosario Peiró. Coordinación, Carolina Bustamante y Almudena Diez.


© Mariví Otero 2017
Manuel Otero Rodríguez

Bibliografía: Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica. 4 de abril de 2017- 4 de septiembre de 2017. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Gabinete de Presa.

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