Al final de la noche es una obra del año 1969
de Wifredo
Lam (Segua La Grande, Cuba 1902- París 1982) que por primera vez he
visto en la exposición antológica “Homenaje a Wifredo Lam” 1902-1982.
Organizada por el Museo de Arte
Contemporáneo de Madrid en 1982. Y
vuelvo a encontrar, en la espléndida retrospectiva actual que presenta El Reina
Sofía a través de un recorrido de cerca de doscientas cincuenta obras entre
pinturas, dibujos, grabados y cerámicas, enriquecido además con documentos y
fotografías. Pretende resituar su obra dentro de una historia del arte
internacional de la que Lam es el actor esencial, y aunque
traza la trayectoria pictórica del artista, también se extiende sobre su
obra
gráfica –en particular sus series de grabados de los años sesenta y
setenta- sus colaboraciones con los más destacados escritores, pensadores y
artistas de su tiempo, así como su particular exploración en el campo
de la cerámica. Esta muestra hace hincapié en las progresivas etapas
de un trabajo construido en España, París-Marsella y Cuba.
A finales de 1923, Wifredo Lam llega a Madrid, tiene
veintiún años. Deja una infancia abierta al sueño, unos estudios en la Academia
de la Habana, algunos cuadros tradicionales, no desprovistos de talento. El
equipaje era, pues, liviano, a no ser por el hecho de que aquel recién llegado
venía animado por la voluntad de ser un pintor y habitado por un mundo
particular, que todavía buscaba su expresión mediante imágenes.
La
primera experiencia de Wifredo Lam en Madrid es, a su modo,
significativa, quienes pretendían
ayudarle con su consejo descubrían en él una realidad irreductible.
Inversamente, tales enseñanzas no podían satisfacer a Lam. No se trataba tanto de
un conflicto generacional como de una diferencia de mundos. Lam
estudió con Álvarez de Sotomayor, la relación entre profesor y alumno dejaron
bastante que desear. Álvarez de Sotomayor juzgaba detestable las pinturas de Lam.
“Artísticamente, era un reaccionario”
decía Lam. “Yo estaba seguro de
que dibuja mejor que él, de que era más preciso en los contornos”.
A
veces Lam salía de la capital para viajar por provincias. En el
campo, comprobó que la condición de los campesinos españoles apenas era mejor que la de los
braceros cubanos. También en España había desheredados. Lam se sentía de su parte.
La muchacha a quien entonces conoció era originaria de una de las regiones más
pobres del país en aquel momento Extremadura. Aquella joven se llamaba Eva
Piriz, en 1929 se casan, al año siguiente nació un hijo a quien llamaron
Wifredo, como su padre. En 1931 murió Eva y pocos días más tarde el niño victimas ambos de la
tuberculosis. Se compromete a favor de
las fuerzas republicanas y asiste a la derrota del régimen republicano. En 1937
debe de ser hospitalizado en Caldes de Montbui. Los médicos le creen víctima de
una enfermedad de origen hepático. Durante su convalecencia, pinta los
decorados para una representación teatral. Uno de sus compañeros lo ve, los
aprueba, descubre su talento. Es el escultor Manuel Hugué, que alcanzará la
fama con el nombre de Manolo. Lam le confía su deseo de
trasladarse a París. “Pues si te vas a París –le respondió Manolo- te daré una
carta de presentación para un amigo mío. Se llama Pablo Picasso”.
Sus obras españolas
constituyen un potente testimonio de esos años de aprendizaje, precariedad y de
lucha que concluye en 1938 cuando parte a París.
De
1938 a 1941, se instala entre París y Marsella, visita a Picasso en su taller.
Para el pintor malagueño fue una especie de flechazo. Exclamó entusiasmado:
“Aunque no hubieras venido con una carta de Manolo, me hubiera fijado en
ti viéndote por la calle y habría
pensado: tengo que hacerme amigo de este muchacho”. El atractivo de Lam es
patente, hijo de padre chino de Cantón, radicado en Cuba, se llamaba Lam Yam,
había cumplido ya 84 años cuando nació
este octavo y último hijo y ejercía en
Cuba la función de memorialista. El origen de la madre de Lam era doble, africano y europeo.
Picasso presentó a Wifredo a sus amigos, conoció a pintores
como Fernand Léger, Henri Matisse, Georges Braque y Joan Miró; a críticos de
arte teóricos de estética como
Daniel-Henri Kahnwailer, Yvonne y Christian Zervos a poetas como Michel Leiris,
Paul Eluard, Tristan Tzara y otros más. Algunos de ellos habían sido creadores
defensores y testigos de los movimientos más importantes que se habían sucedido
desde principios de siglo, fauvismo, el cubismo, la abstracción, Dada. Faltaba
el surrealismo ortodoxo: Picasso introdujo a Lam en el círculo de
André Breton y Benjamin Péret. La entrada de las tropas alemanas en París y el
éxodo del grupo de Marsella favorecen los vínculos de amistad entre ellos y la
reanudación de las actividades colectivas (cadáveres exquisitos, creación de
los naipes de Juego de Marsella). Lam participa en esas sesiones y
realiza numerosos dibujos a tinta china en cuadernos que se desmembraron
posteriormente. Estos dibujos toman prestados al mundo humano, animal y vegetal
diversos elementos recompuestos en figuras híbridas que anuncian las obras del
regreso a Cuba.
De 1941 a 1952, después de haber pasado dos exilios y dieciocho años en
Europa, Lam desembarca en la Martinica al lado de André Breton y otros compañeros de viaje. Allí encuentra a
Aimé Césaire, poeta de la negritud con el que comparte el mismo rechazo de las
relaciones de dominación racial y cultural que se ha forjado mediante sus
lecturas marxistas y su compromiso con el siglo. Queda impresionado por la
corrupción, el racismo y la miseria que causan estragos en isla. Lam
produce entonces una obra poblada de figuras simétricas que unen lo vegetal, lo
animal y lo humano reproduciendo la energía y los mundos espirituales propios
de las culturas caribeñas. En esa búsqueda de “cubanidad” tiene por guías los
astrólogos Lydia Cabrera y Fernando
Otiz, así como al escritor Alejo Carpentier, quienes exploran las tradiciones,
la estética y las complejas historias de la cultura afro-cubana.
WIFREDO LAM
Le Sombre Malembo, dieu du Carrefour (el sombrío Malembo, dios de la encrucijada), 1943
Óleo sobre lienzo
153 x 126,4 cm
The Rudman Trust
De
1952 a 1967, durante este periodo los números viajes alejan con frecuencia a Wifredo
Lam del taller. Las formas son simplificadas y las obras se construyen
a partir de ritmos internos. En 1952 pone fin a la estancia en Cuba y se
instala en París. Las exposiciones internacionales se multiplican, sobre todo
al lado de los artistas CoBrA que le ha presentado su amigo Asger Jorn. La
espontaneidad, la dimensión colectiva así como el interés del grupo por el arte
popular, lo llevan a confrontarse a nuevos materiales, como terracota.
Para la serie Malezas,
de 1958, hace suyo el dinamismo de la abstracción gestual americana. Ilustra
números textos de amigos poetas y escritores como René Char y Gherasim Luca.
De 1962 a 1982, invitado por Asger Jorn, Lam descubre la luz italiana
de Albissola en 1954, y en 1962 se instala en ese importante centro de céramica
donde residirá regularmente has el fin de su vida. Enriquece su colección de
artes extra-occidentales, expuesta en su
taller y reveladora de la pluralidad de sus fuentes de inspiración. Seducido
por la liberación espontánea que procura el trabajo de la terracota y por la
intervención del azar el proceso de
creación “según la duración, o la intensidad de cocción, las reacciones de
colores, sus mutaciones”, produce cerca de trescientas cerámicas durante el año
1975, cuyos símbolos remiten a sus pintura y dibujos.
Esos años están también marcados por nuevos viajes (Egipto, India,
Tailandia, México) y un reconocimiento institucional creciente, así como por la
concepción de su obra autobiográfica: El nuevo mundo de Lam, verdadera cartografía de sus
afinidades poéticas y geopolíticas.
Trabajador infatigable, Lam fallece en 1982 tras haber
acabado en su casa los grabados para su último libro de artista La hierba bajo el sol pavimento, sobre
un texto de Jean-Dominique Rey.
Esta muestra viene a Madrid después de
un gran éxito en el Centro Pompidou de París, se pueden ver obras tan
destacadas como Les Noces (La Boda,
1947) procedente de la Neuenationalgalerie de Berlin; la Rumeur de la terre, (El rumor de la
tierra, 1950) que llagó desde el Guggenheim de Nueva York o Les Abaloches
dansent pour Dhambala, dieu de l’ unite, (Los abalochas bailan para Dhambala,
dios de la unidad, 1970) prestado por una colección particular.
La exposición en Madrid está comisariada
con Catherine David (Centro Ponpidou / Musée National d’art Moderne) y Manuel Borja-Villel (Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía). (Del 5 abril- 15 agosto 2016)
Tate Modem, Londres (14 septiembre 2016-
8 enero 2017).
Wifredo Lam, uno
de los artistas grandes del siglo XX. Recomiendo
no perdérsela.
© Mariví Otero 2016
Asistente:
Manuel Otero Rodríguez
Fuente: Wifredo
Lam. Gabinete de prensa. Museo Reina Sofía. Madrid.
Max-Pol Fouchet. Prólogo
de Pierre Gaudibert: Wilfredo Lam. Ediciones Polígrafa,
S.A.1989. Barcelona.
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