miércoles, 22 de septiembre de 2010

FUNCIONES DE UN GALERISTA

INTERART. 1995. Mariví Otero mostrando una obra de Francisco Iturrino a Josep Meliá

Si hacemos memoria de lo que ha sido el mundo del arte en occidente durante la modernidad, el artista figura siempre en un primer plano, pero según avanza el siglo XX aparece  una segunda figura, a veces elogiada otras discutida o incluso vituperada, esa es: la figura del marchante o galerista.

En París el 15 de Abril de 1874 fue inaugurada en el atelier del fotógrafo Nadar una exposición en la que participaban 30 artistas. Era la primera exposición colectiva independiente de toda intromisión estatal y de la tutela de un jurado. Al mismo tiempo, nacía el “Impresionismo” (el impresionismo, un movimiento artístico internacional 1860-1920): un acontecimiento revolucionario de gran trascendencia para todas las corrientes artísticas del llamado “estilo moderno”. La aparición de los pintores impresionistas  y el rechazo de sus ideas por parte de la crítica y de la Academia, que hoy consideramos como las más importantes firmas: Eduard Manet, Renoir,  Monet, Van Gogh, Degas, Paul Cézanne etc.

El marchante Durand-Ruel (1833-1922), para mí,  el iniciador del comercio del arte que había ayudado a los pintores de Barbizón en su Galería de la Rue de la Paix y desde 1870 en la Rue Laffite, posteriormente desempeñaría el papel más importante, para la evolución de los impresionistas y lo seguiría haciendo en un futuro. Fue el organizador de la VII Exposición Colectiva de 1882 y en 1883 tomó a su cargo la organización  de exposiciones individuales para Boudin, Monet, Renoir, Pissarro y Sisley. Ese mismo año presento pequeñas colecciones de sus obras en Londres, Boston, Rótterdam y Berlín. La exposición de Berlín tuvo lugar en la galería Fritz Gurlit, abierta en 1880, en esta exposición él critico de arte Menzel ejerció una critica demoledora, pues calificó a los cuadros simplemente ¡horribles¡. En el año 1886 Durand-Ruel junto con su colega norteamericano James Fountain Sutton, logro conquistar un mercado que muy pronto sería decisivo para el destino del impresionismo. El galerista participó con un gran número de cuadros en una exposición y venta organizada en los Estados Unidos por la “American Art Association”.

Su rival más conocido era el Galerista George Petit, especialmente con las “Exposiciones Internacionales” que organizaba desde 1882 y donde se mezclaban las obras de miembros de la Academia, con reconocidos pintores de género, realistas y pintores al aire libre, tal como solía hacerlo Charpentier en sus pequeñas muestras de “La Vie moderne”. En 1885, Monet pudo mostrar por primera vez en la galería de Petit diez paisajes, junto a otros pintores. Frente a sus colegas, Monet sostenía la importancia del comercio del arte como factor decisivo y fuerza motriz para lograr la fama y el éxito. Los impresionistas no debían ser considerados como  -una marca especial de la casa- de Durand-Ruel, sino estar presentes en diversos lugares. Pasaron varios años hasta que Durand-Ruel, se resignara a conformarse con esa idea.

A mediados de la década de los años ochenta, una de las firmas de más éxito en el comercio de la pintura y reproducciones gráficas –también en el ámbito internacional- comenzó a interesarse por los impresionistas. Adolphe Goupil (1806-1893) la había fundado con un socio y desde 1875 –tras el matrimonio de una nieta, hija del pintor Gerôme, (Gerome, llamado el padre del orientalismo, como ya sabrán eran pintores francés y de otros países, que desde principios del S. XIX, viajaron al Próximo Oriente mediterráneo y su inspiración fue sobre todo islámica, era muy difícil viajar a Persia y Arabia era inalcanzable.)   Con el señor Valdon- la firma llevaba la razón social “Goupil, Boussod y Valdon”. Uno de los socios era el tío del pintor holandés Vicent van Gogh (1857-1890), y el empleado que en 1884 incluyó en el surtido de la firma trabajos de Pissarro, Sisley, Monet y Renoir no fue otro que Theo Van Gogh (1857-1891), el hermano menor del pintor.

Una década más tarde, el emprendedor comerciante y editor Ambroise Vollard (1867-1939) comenzó a intervenir en la difusión del impresionismo, pero sobre todo del postimpresionismo. Cuenta Vollard en sus memorias “Memorias de un vendedor de cuadros” (publicado en 1938) como comienza, a este capitulo le llama “Debuto” en el oficio: Le dije un día a Rops que me gustaría entrar en el comercio de cuadros, esperando que podría darme unas palabras de recomendación para alguna galería en la que pudiera iniciarme en el oficio.
-Yo me entiendo directamente con los compradores y, en realidad, no mantengo relaciones con los marchantes. Pero, después de reflexionar un momento añadió:
-De todos modos, puedo ayudarle a usted.
Y, sacando de un cajón una fotografía suya de joven, me la entregó después de haber escrito en elle -Al futuro Georges Petit, a Ambroise Vollard- Firmado: F. Rops.
Halagado y azorado a la vez  por una afirmación semejante –que no me atrevía a utilizar- me aventuré sin embargo a dirigirme a la Galería Georges Petit, para la que llevaba, afortunadamente, una carta de recomendación firmada por un banquero, (que esa era la profesión de su amigo Rops). Pero como no me atrevía a presentarme directamente, me dirigí a uno  que me pareció alguien importante de la casa y le enseñe la carta.
¿Cuántos idiomas habla usted?- me preguntó, después de haberme observado de una ojeada.
Ninguno. Pero no soy exigente; no pido nada por ahora.
Tengo tantos empleados, que solo admitiría los que además de no cobrar, hablasen idiomas.
Era el señor Georges Petit en persona [...]
Esta es su primera experiencia para encontrar trabajo aunque ya tenía cierto bagaje por libre. Al final acabo trabajando con Alphonse Dumas (era pintor) que había abierto una galería de cuadros, no le movía el afán de lucro; solo quería reintegrarse, mediante las ganancias que obtuviese con la pintura ajena, de las perdidas que le ocasionaba la suya [...]
En 1893, abre tienda en 39 Rue Laffite de París, que más tarde trasladaría al nº41 de la citada calle y posteriormente al 6, y por ella pasarían los marchantes Kahnweilwer, Paul Cassirer, etc. O los coleccionistas John Quinn, Dr. Barnes o los hermanos Stein. Hace exposiciones de Cézanne, Bonard, de Matisse, Picasso, del período Azul y Rosa. Picasso, pinta el retrato cubista de Vollard (1910), pero no debo de olvidar que en 1901 hace una exposición de Picasso e Iturrino, realmente hubiese sido maravilloso verla. Vollard edito mucha obra grafica de Picasso, entre ella la famosa “Suit Vollard” (de 1927-1937) que consta de cien planchas para grabados.

Vollard, nació en la isla de Reunión, de joven se traslada a Francia para cursar derecho que pronto abandono. Fue –conocido como el Napoleón de la Bolsa de los colores- poseía una genial intuición del futuro de la pintura. Escribió libros sobre: Renoir, Cázanne y Degas, esenciales para conocer a estos artistas.
Surge un nuevo galerista, digo nuevo porque realmente hay muchos más, pero se distinguirá de entre todos durante el siglo XX, como más tarde veremos. Trabajará las nuevas generaciones, Picasso, Braque, Derain, Vlamick, Léger, Van Dongen, esculturas de Manolo Hugé, Gris, Bores y otros más o menos conocidos por el gran público.

Daniel-Henry Kahnweiler (1884-1979), decía “Los grandes artistas hacen a los grandes marchantes". Kahnweiler, abre su primera galería  en la rue Vignon en 1907. Para el ante todo es un explorador. Sabe que trabaja para la posteridad y esta idea fija le hará asumir tanto los éxitos como los fracasos. Es un marchante de cuadros principiante, de veintitrés años. Nada sabe del comercio del arte, pero si conoce el arte, recordará durante mucho tiempo como una cantinela “Suele decirse: perdone, como usted sabe, no soy músico; pero nadie dice: perdone no soy pintor”[...]

Son tres nombres los que encabezan cada uno de los momentos antes referidos: Paul Duran- Ruel, Ambroise Vollard y D. Henry Kahnwailer, no son los únicos evidentemente, pero sí históricamente los más reconocidos o los más grandes. Sus biografías son muy interesantes, entrañables llenas de historias vividas con los más grandes artistas, entre dos siglos.
Como habrán observado los tres tienen en común que son marchantes de primera generación.
“Sanguijuelas”, aseguran que los llamaba Marcel Duchamp, “sanguijuelas necesarias, pero sanguijuelas al fin”. Por el contrario decía Pablo Picasso, refiriéndose a su marchante Daniel Henry Kahnwailler: ¿Qué hubiera sido de nosotros si Kahnwailler no hubiese tenido talento para los negocios?
Los artistas sobrevivieron porque ciertos marchantes invirtieron  un principio comercial que parecía inamovible “no se puede vender lo que nadie quiere comprar” al tiempo que se convertían en intransigentes defensores de sus agredidas y agresivas mercancías.

La importancia del galerista, entre los criterios en que se apoya el sistema de mercado para fijar el precio de las obras de arte, hay uno de particular singularidad, y cuya justificación todos no admiten, consistente en valorar una pieza atendiendo a la relevancia profesional y social no ya de quien la crea, sino de quien la vende, Así, en el “pedigrí” o relación de procedencia de las obras de arte suele señalarse la firma comercial que la introdujo en el mercado, hay galeristas relevantes que incluyen la exclusividad de su etiqueta en el reverso de una pintura, escultura etc.Lo cierto es que un galerista reconocido garantiza no sólo ya la autenticidad de la obra que él promueve, sino que señala además un determinado nivel de calidad, al tiempo que introduce su prestigio como un relativo valor añadido a las piezas que su firma pone a la venta.

La otra cara de la práctica de este criterio sería, evidentemente   preguntarse, cuáles y cuántos son los galeristas cuya intervención calificada en el mercado los faculta para que su firma empresarial sea tenida en cuenta a la hora de fijar el precio de una pieza. Pero si hay algo que es real el galerista es el intermediario entre el artista y la sociedad.

Ahora, vamos a ver lo que sucedía en España en estos mismos años: Los locales de exposiciones son muy escasos en Madrid, no había arraigado esta tradición de mercado de arte concebido como actividad de divulgación y protección  de individualidades artísticas o tendencias a través de la identidad de la galería. Desde el S.XIX, el único promotor artístico fue el Estado que por medio de Exposiciones Nacionales de Bellas Artes hizo que los mejores artistas estuviesen condenados a los temas históricos o de género y a los grandes formatos que subrayaban una retórica del momento. Los paisajistas, los realistas,  encontraron una clientela que la mayor parte de las veces era extranjera y que cuando era española mostraba una rara preocupación artística sin llegar a constituir una modalidad generalizada. Salvo la tímida, pero, sin embargo, eficaz burguesía de la industriosa Cataluña, que ya en fecha muy temprana del S.XX contó con sus marchantes de pintura, con galería propia, como Dalmau, Salas Parés, Syra, Gaspar, Reig y las Galerías Layetanas. Madrid, tan solo tiene tres galerías fundadas antes de la guerra lideran el mercado artístico de los primeros cuarenta, Cano, Vilches y Macarrón, fundamentalmente se sostienen gracias a los negocios paralelos de decoración y objetos de arte, estas casas no son centros de difusión de arte, ni dedican su tarea a la representación y promoción artística, sino simplemente salas de exposiciones o tiendas de arte corriente, lo que obligo a que los artistas más inquietos emigraran al extranjero.

Después de  la Guerra Civil, el panorama del arte, queda destrozado, no había para comer, imagínense para comprar pintura. Pero aun así nació algo nuevo. Un joven catalán, Aurelio Biosca iniciado en la pintura y comerciante de muebles es quien instaura en Madrid una forma distinta de entender el comercio artístico. El 15 de Noviembre de 1940, inaugura su galería con una exposición de Josep Clará. Biosca sienta el precedente para las futuras salas de arte que se fundaran en la capital, cuya iniciativa privada sustituiría el inmovilismo de la esfera oficial y representaría el principal núcleo de renovación artística del Madrid de los años cuarenta. La temporada de 1943-1944, además de las salas Suma, Abolian o Dardo, se inaugura la Galería Estilo, la empresa de más directa vinculación con la nueva tarea de Biosca, ya que su duño y director, el arquitecto Emilio Peña, estaba muy relacionado con la Academia Breve de Eugenio d’Ors. A pesar de su corta vida desarrolló una importante actividad y fue de los pocos lugares de Madrid en donde se podían contemplar obras de artistas innovadores, que se salían de las normas y los gustos imperantes en el momento. Inauguraron con una exposición de José Gutiérrez Solana compuesta por catorce obras pintadas entre 1904 y 1943.

Los tiempos van cambiando se abren más galerías y librerías-galerías hay más actividad en Madrid, pero se sigue vendiendo poco. Juana Mordó (Salónica, Grecia) llegó a Madrid en el año 1942  procedente de París donde había estudiado arte y literatura, se adentra en el mundo del arte, fue elegida directora de la Galería Biosca. En 1964 inauguró su propia  galería, esta pequeña mujer, coqueta y dinámica dio un aire nuevo a ese mundo tan especial como es la representación de los artistas plásticos, Juana Mordó fue una de las mejores representantes del arte español dentro y fuera de España. La señora Mordó es el cuarto nombre que yo añadiría dentro del Siglo XX, hizo espléndidamente bien  las funciones de una galerista.

Muchos hemos pasado al Siglo XXI, hay nuevos galeristas, digamos jóvenes galeristas, marchantes, coleccionistas, si han cambiado, también ha cambiado el artista, las instituciones  ¿el mundo del Arte ha cambiado? un poco ¡no tanto!, como a mí me hubiese gustado.

Colección Luis Paulo Montenegro. 2018
BIBLIOGRAFÍA

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© Mariví Otero 2010

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